

Laptra
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Desde sus inicios en 2008, los neuquinos Atrás Hay Truenos se embarcaron en una búsqueda por encontrar su lugar dentro de la escena independiente con un sonido que hace hincapié en el noise, el shoegaze y el krautrock. No obstante, sus primeros dos discos -Romanza (2012) y Encanto (2013)- son bien distintos en sus concepciones: el primero es una muestra de la destreza instrumental de Roberto Aleandri y compañía; mientras que en el segundo los tracks adquieren formato canción y, aunque en pequeñas cuotas, asoma un complemento entre melodía y letra.
Bronce, su álbum más reciente, solidifica en nueve canciones esos dos polos opuestos que se vuelven complementarios al entrar en juego en la propia estructura de la obra. Continúan las zapadas, pero el viaje se encausa con un sentido que va más allá del azar y, por otro lado, las letras desarrollan una línea poética que habla de la cotidianidad, apoyándose en elementos de la naturaleza como metáforas. Además, las colaboraciones de artistas como Rosario Bléfari y Gustavo Monsalvo de El Mató agregan un plus.

“Bronce”, la canción que le da nombre al disco, inicia el recorrido que tendrá en los sampleos a uno de sus principales protagonistas. En este caso, la intro es misteriosa y en el medio de las distintas texturas sonoras se abre paso una voz que habla sobre una historia refractante y de cómo no se pueden separar los polos. El aspecto kraut de la banda se acentúa en “Perro”, la canción que anticiparon antes de lanzar el LP, donde lo espacial y ambiental se adueñan del oído a través de un tempo moderado y la voz apacible de Aleandri que suelta las palabras de a poco. La primera triada se completa con “Encuentro” que continúa el leitmotiv sonoro de las anteriores creando una especie de limbo para la desventura del deseo (“Espero no encontrarte en ningún lado”).
A partir del cuarto tema, “Cara de Mapa”, las cosas viajan hacia el otro extremo de la aleación. La canción, que funciona como pasaje, es un respiro necesario luego de tanta introspección y levanta sutilmente el ánimo del álbum. La guitarra se hace presente de fondo con cierto hálito californiano, el ritmo se acelera simulando ese movimiento de búsqueda y señalando el conflicto de la voz poética: “Percibiendo, persiguiendo, recorriendo” concluye. En “Río Negro” el pasado se enfrenta al futuro con nostalgia, el riff de la guitarra y los balbuceos de niños al comienzo del tema recuperan el viejo axioma ricotero que avisa que “El futuro ya llegó”.
“Para siempre” es la balada del disco con una melodía amable y de ensueño, en la que al final se dibuja, por encima de los demás instrumentos, una guitarra que corta con tanta dulzura. No obstante, el romanticismo reaparece en “Euro, el reino de tu amor” con el dueto Aleandri y Bléfari, que al principio esboza unos coros seductores, pero sin perder lo etéreo que caracteriza la voz de Rosario. Todo culmina con “Interminable”, un instrumental que comienza igual que el disco, indescifrable y a la vez corto para la premisa que plantea el título. Pero es ahí donde reside la clave de este tercer álbum de los Atrás Hay Truenos: en haber aprendido a establecer un equilibrio entre la variedad.